Árboles
Ignoramos el sueño cerrado de los árboles,
su dicha vegetal.
Nos inquieta su tibia cercanía
cuando un atisbo de fuego presentimos. Hondos
son sus anillos, los nervios y las venas
de savias encendidas.
Cuando el ala de un pájaro,
o el viento en el otoño los agita, una música
de platas apagadas y metales celestes nos envuelve.
Y nos miran entonces con párpados lejanos,
desde mudas raíces
y secretos países abisales.
Ignoramos el sueño cerrado de los árboles,
su dicha vegetal.
Nos inquieta su tibia cercanía
cuando un atisbo de fuego presentimos. Hondos
son sus anillos, los nervios y las venas
de savias encendidas.
Cuando el ala de un pájaro,
o el viento en el otoño los agita, una música
de platas apagadas y metales celestes nos envuelve.
Y nos miran entonces con párpados lejanos,
desde mudas raíces
y secretos países abisales.