Berceuse blanca - Poemas de JULIO HERRERA Y REISSIG

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Berceuse blanca
               

A ti, Julieta, a ti.


                       

I

Adorad a la Virgen en su amable santuario,
junto al lecho en que velan devociones azules:
una forma imprecisa bate el sordo incensario,
y es el humo de encajes, la cortina y los tules.

¡Cómo va y viene el rítmico plenamar de su seno!
Es la luna que ondea en un lago que expira.
Loreley tañe el alma y la Muerte conspira
en el círculo de ópalo de ese abismo sereno.


II

¡Silencio, oh Luz, silencio!  ¡Pliega tu faz, mi Lirio!
No has menester de Venus, filtros para vencerme.
Mi pensamiento vela como un  dragón asirio.
Duerme, no temas nada.  ¡Duerme, mi vida, duerme!...

¡Duerme, que cuando duermas sin fin, bajo la fosa,
mi alma irá en los beatos crepúsculos a verte,
y con sus dedos frágiles de marfil y de rosa
desflorará tus ojos sonámbulos de muerte!


III

Su mano blasonada de esmalte y de jacinto,
su ilusa mano de agua sedante que apacigua
como un Leteo, mano muerta que sueña un plinto,
mano de santa y mano de una deidad ambigua...

Sus manos en un gesto gótico de cansancio,
duermen no sé qué sueño de candores ilesos;
y como en las suntuosas vitrinas de Bizancio,
desgranan distraídas un  rosario  de besos...


IV

¡Silencio, oh Luz, silencio! ¡Duerme, mi vida, duerme!
No has menester que Venus sus legiones embosque.
Duerme, no temas nada.  ¡Heme a tus pies inerme,
pálido como un pobre niño a mitad de un bosque!


V

Alguien riza las alas. Alguien vuelca los  ojos.
Su mirada es de luna y de sol es su veste.
Miradla; es la divina Poesía celeste,
con los brazos en cruz y plegada de hinojos.

Duerme, que mientras duermes, mi alma en incandescente
escala de Jacob, hacia los astros sube...
Y que tu rizo negro sea la sola nube
que turbe el ilusorio menguante de tu frente.


VI

Entre irreales tules,  gaseosamente anida
el lecho, un espejismo de Primavera inerte,
y es como una magnolia narcótica de vida,
que se abre bajo un blanco crepúsculo de muerte.

En el tapiz de Oriente, a la sombra de un dátil,
una pastora sueña con el alma inclinada,
sin mirar que a su vera, desde amable emboscada,
le insinúa una flecha el Arquero versátil.

Y suspira su canto: "¡Ven y rige la sonda
en el mar de mis penas; pon tu beso en mi herida,
húndeme tus desdenes, y mi muerte tan honda,
te dirá, sin decírtelo, hasta dónde eres vida!..."

¡Reposa, oh Luz, reposa! ¡Pliega tu faz, mi Lirio!
No has menester de Venus, filtros para vencerme.
Mi amor vela  a tu  lado,  como  un  dragón  asirio.
¡Duerme, no temas nada!  Duerme, mi vida, duerme...



De: Las Clepsidras

       

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