Invierno adentro
Toda la niebla se agolpa en este bosque olvidado,
donde pájaros de escarcha se estrujan sin sonido.
Vuelvo al tiempo circular, a los pétalos de la nieve,
al cierzo que es lluvia y de nuevo cierzo,
a la ausencia de conocidos y presentidos labios.
Vuelvo a este arroyo que contempla su quietud,
pues hasta los peces
rehúsan quebrar los negros vidrios del agua.
Respiro la ebriedad del musgo, y sangro:
tengo el invierno en el rostro, ninguna tibieza
puede ya traspasar los temblores.
Vuelvo al lado oscuro del sol, al reverso del mundo:
hasta el aire sabe aquí a lápida.
La noche se teje a sí misma, y un disperso fulgor
chorrea aún en las ventanas.
He vuelto al cieno.
Calla, sangre; duerme.
Toda la niebla se agolpa en este bosque olvidado,
donde pájaros de escarcha se estrujan sin sonido.
Vuelvo al tiempo circular, a los pétalos de la nieve,
al cierzo que es lluvia y de nuevo cierzo,
a la ausencia de conocidos y presentidos labios.
Vuelvo a este arroyo que contempla su quietud,
pues hasta los peces
rehúsan quebrar los negros vidrios del agua.
Respiro la ebriedad del musgo, y sangro:
tengo el invierno en el rostro, ninguna tibieza
puede ya traspasar los temblores.
Vuelvo al lado oscuro del sol, al reverso del mundo:
hasta el aire sabe aquí a lápida.
La noche se teje a sí misma, y un disperso fulgor
chorrea aún en las ventanas.
He vuelto al cieno.
Calla, sangre; duerme.