Tiempo extendiÉndose
Como heladas estrellas
formando caminos bifurcados,
hendiendo el imposible de las cansadas sombras,
así eran nuestros ánimos.
Dolor que se alojaba insensitivo
en el punto que cruzan con galope grisáceo
cinco litros de sangre.
¡Atiende... Ruego inmóvil... Veraz...
casi apagado!
¡Atiende!
¡Ya he muerto!
¿Acaso no leíste mi obituario?
La cigarra intermitente, su estridencia...
cipreses en el atrio de la iglesia,
y yo con tu figura entre mis manos.
El golpe adherido a los reactores
iba fustigando decibelios
que hacían pandemóniums.
¡Paz...!
¡Quería paz!
Y mi grito era tragado por un ruido
más denso y angustioso que el olvido.
Mi grito entre tú y yo
¡Mi último grito!
El sueño del azahar
se acercaba a buscarme
con zureos nocturnos de paloma.
Luego...
se extinguía de improviso
como luz inocente;
tragándose las sílabas deformes
que balbucía la gente.
He agobiado mi vida
con viajes ingenuamente tristes,
con tallados informes en pueblos azufrosos,
y con labios hostiles.
En las húmedas rosas
he dejado los versos
temerosos de inviernos;
heridos por la voz
de un conjuro de pájaros.
He ido malhumorado
gimiendo en las estancias,
y pastando en los cuerpos extendidos
como alas de milagros.
Pero yo,
como el tiempo...
¡Sé asimilar estragos!.
Como heladas estrellas
formando caminos bifurcados,
hendiendo el imposible de las cansadas sombras,
así eran nuestros ánimos.
Dolor que se alojaba insensitivo
en el punto que cruzan con galope grisáceo
cinco litros de sangre.
¡Atiende... Ruego inmóvil... Veraz...
casi apagado!
¡Atiende!
¡Ya he muerto!
¿Acaso no leíste mi obituario?
La cigarra intermitente, su estridencia...
cipreses en el atrio de la iglesia,
y yo con tu figura entre mis manos.
El golpe adherido a los reactores
iba fustigando decibelios
que hacían pandemóniums.
¡Paz...!
¡Quería paz!
Y mi grito era tragado por un ruido
más denso y angustioso que el olvido.
Mi grito entre tú y yo
¡Mi último grito!
El sueño del azahar
se acercaba a buscarme
con zureos nocturnos de paloma.
Luego...
se extinguía de improviso
como luz inocente;
tragándose las sílabas deformes
que balbucía la gente.
He agobiado mi vida
con viajes ingenuamente tristes,
con tallados informes en pueblos azufrosos,
y con labios hostiles.
En las húmedas rosas
he dejado los versos
temerosos de inviernos;
heridos por la voz
de un conjuro de pájaros.
He ido malhumorado
gimiendo en las estancias,
y pastando en los cuerpos extendidos
como alas de milagros.
Pero yo,
como el tiempo...
¡Sé asimilar estragos!.