En la eternidad
Algún día…
en una tarde ramajuda
llena de cerdas y ceniza blanca;
vas a llegar etéreamente
a acariciar mi calavera extraña.
En ese mundo fantasmal,
donde ya nunca llueve;
y el ojo frío y funeral
ulula como búho amenazante
pero a nadie conmueve...
Me tocarás con tus huesudas manos,
y no podré verte.
El tribunal de tus caricias
me habrá perdonado,
en una corte espectral
sin fiscal ni jurado.
El silencio ahí será más hondo,
y mis ruidos humanos
habrán quedado lejos…
resquebrajados...
Disfrutaré el manoteo tuyo
escuchando el sermón
de quien fue mi verdugo.
En esa vida,
en esa casa de ónice,
moriré para ti…
Y mi esqueleto blanco pensará
que fue mejor así.
El gran amor que me negaste
durante el viaje accidentado
de esta existencia breve;
ahí...
¡Será mío eternamente!
Y mi esqueleto blanco pensará:
que fue mejor así.
Algún día…
en una tarde ramajuda
llena de cerdas y ceniza blanca;
vas a llegar etéreamente
a acariciar mi calavera extraña.
En ese mundo fantasmal,
donde ya nunca llueve;
y el ojo frío y funeral
ulula como búho amenazante
pero a nadie conmueve...
Me tocarás con tus huesudas manos,
y no podré verte.
El tribunal de tus caricias
me habrá perdonado,
en una corte espectral
sin fiscal ni jurado.
El silencio ahí será más hondo,
y mis ruidos humanos
habrán quedado lejos…
resquebrajados...
Disfrutaré el manoteo tuyo
escuchando el sermón
de quien fue mi verdugo.
En esa vida,
en esa casa de ónice,
moriré para ti…
Y mi esqueleto blanco pensará
que fue mejor así.
El gran amor que me negaste
durante el viaje accidentado
de esta existencia breve;
ahí...
¡Será mío eternamente!
Y mi esqueleto blanco pensará:
que fue mejor así.