DefunciÓn ignorada
Vengo evadiendo pequeñas muertes que traen los bandidos del camino en
cuchillos de polvo y arrebol.
Porto en mi seno la mandrágora para que no me hieran ni me den muerte, seres
que no son igual que yo.
Sillas se levitan para ir a a la morada del próximo difunto, sin infundir en
mi vivienda turbación.
Mi hogar se encuentra protegido por cantos admirables de sirenas y murallas
que elevo con mi voz.
Con álgidas palabras mis poemas elevan humanas gratitudes a la casa beatífica
de Dios.
Campanarios parroquiales desde huertos, ponen marco y retablo a mis plegarias,
inmunes de toda aberración.
Camino sobre hierba estremecida que no ha sido tocada por las manos cóncavas
de la denigración.
Mis versos son herreros incansables golpeando en los yunques con el tono de
una escala mayor.
Actualmente las consignas diferentes no hacen valederas las pequeñas monedas
de mi resolución.
Actualmente en la orilla de estos mares observo amenazantes desembarques y
escucho redobles de tambor.
Aliño las frases dislocadas que salen de mi pluma alegremente para ir a las
batallas del Señor.
Me alegra que el destino conflictivo, invierta largas horas en ponerme
enemigos en cada pantalón.
La madre que yo nombro y me precede por soleados caminos; se deseca y desgrana
sin amor.
Y sueño que morí en un tiempo sin presencia; de una muerte pequeña, que no
supe ni quien me propinó.
Y pienso que mi vaho es lo que ahora marcha con los hijos del alba recitando
locuras con aroma de flor.
Voy a vivir de nuevo, para morir de nuevo; y a pedir que me arrojen en algún
poro abierto que tenga algún panteón.
No quiero ser volado a donde siempre por la racha gratuita y caprichosa de
otra incurable inspiración.
Vengo evadiendo pequeñas muertes que traen los bandidos del camino en
cuchillos de polvo y arrebol.
Porto en mi seno la mandrágora para que no me hieran ni me den muerte, seres
que no son igual que yo.
Sillas se levitan para ir a a la morada del próximo difunto, sin infundir en
mi vivienda turbación.
Mi hogar se encuentra protegido por cantos admirables de sirenas y murallas
que elevo con mi voz.
Con álgidas palabras mis poemas elevan humanas gratitudes a la casa beatífica
de Dios.
Campanarios parroquiales desde huertos, ponen marco y retablo a mis plegarias,
inmunes de toda aberración.
Camino sobre hierba estremecida que no ha sido tocada por las manos cóncavas
de la denigración.
Mis versos son herreros incansables golpeando en los yunques con el tono de
una escala mayor.
Actualmente las consignas diferentes no hacen valederas las pequeñas monedas
de mi resolución.
Actualmente en la orilla de estos mares observo amenazantes desembarques y
escucho redobles de tambor.
Aliño las frases dislocadas que salen de mi pluma alegremente para ir a las
batallas del Señor.
Me alegra que el destino conflictivo, invierta largas horas en ponerme
enemigos en cada pantalón.
La madre que yo nombro y me precede por soleados caminos; se deseca y desgrana
sin amor.
Y sueño que morí en un tiempo sin presencia; de una muerte pequeña, que no
supe ni quien me propinó.
Y pienso que mi vaho es lo que ahora marcha con los hijos del alba recitando
locuras con aroma de flor.
Voy a vivir de nuevo, para morir de nuevo; y a pedir que me arrojen en algún
poro abierto que tenga algún panteón.
No quiero ser volado a donde siempre por la racha gratuita y caprichosa de
otra incurable inspiración.