La escala de la gloria
A Clotilde Príncipe
Lenta la noche cansada
tiende su manto sombrío;
suena a lo lejos del río
la corriente arrebatada.
En las verdes alamedas
gimen los céfiros puros,
y sus penachos oscuros,
agitan las arboledas.
El vergel, de flores cuna,
sus dulces vientos desata,
y como perla de plata
brota en los cielos la luna.
La luna se extiende y sube
por la bóveda rïente,
y adorna su blanca frente
con el cendal de una nube.
De pronto, al verla llenar
el mundo con sus reflejos,
allá en los aires... muy lejos,
se oye a una niña cantar.
La nube flotando esmalta
los horizontes que besa,
y así la niña se expresa
al ver la nube tan alta:
«Oh nube, yo no envidio la mágica belleza
que
adorna los contornos de tu fulgente tul:25
Sino
el mirar que entrambas tenemos la cabeza,
Tú
cerca, yo muy lejos del firmamento azul.»
. .
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
. .
. .
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
. .
El eco de la niña
rodó suave,
como rueda en el cielo
la voz de un ángel;
y el aura dulce
lo levantó en sus alas
hasta la nube.
Ruborosa la luna
cubrió su frente;
cantaron en la selva
viento y cipreses:
La nubecilla
así desde el espacio
dijo a la niña:
«Yo del mundo del vacío
recorro las áureas huellas;
yo nado en mares de estrellas
y lloro con el rocío.
Yo tengo mi blanco altar
en las esferas impreso;
yo nací del blando beso
que dio la brisa a la mar.
Soy de la noche enlutada
cándido celaje hermoso;
soy el velo vaporoso
de la luna enamorada.
Tú, niña, con dulce anhelo,
me cantas de amores llena,
y tu voz pura resuena
en las bóvedas del cielo.
Tú naciste, y el Señor
que en los piélagos suspira,
te dio del ángel la lira60
y el eco del ruiseñor.
En tu ardiente fantasía
el genio a inflamarse empieza,
¿y dices que tu cabeza
Está lejos de la mía?
De tu inocencia la historia
con tus laureles fulgura;
tú traspasarás mi altura
por la escala de la gloria.»
Así dijo lejana
la nubecilla;
cerró sus ojos candidos
la hermosa niña,
Y alegre el viento
¡¡Clotilde!! repetía
volando al cielo.
A Clotilde Príncipe
Lenta la noche cansada
tiende su manto sombrío;
suena a lo lejos del río
la corriente arrebatada.
En las verdes alamedas
gimen los céfiros puros,
y sus penachos oscuros,
agitan las arboledas.
El vergel, de flores cuna,
sus dulces vientos desata,
y como perla de plata
brota en los cielos la luna.
La luna se extiende y sube
por la bóveda rïente,
y adorna su blanca frente
con el cendal de una nube.
De pronto, al verla llenar
el mundo con sus reflejos,
allá en los aires... muy lejos,
se oye a una niña cantar.
La nube flotando esmalta
los horizontes que besa,
y así la niña se expresa
al ver la nube tan alta:
«Oh nube, yo no envidio la mágica belleza
que
adorna los contornos de tu fulgente tul:25
Sino
el mirar que entrambas tenemos la cabeza,
Tú
cerca, yo muy lejos del firmamento azul.»
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El eco de la niña
rodó suave,
como rueda en el cielo
la voz de un ángel;
y el aura dulce
lo levantó en sus alas
hasta la nube.
Ruborosa la luna
cubrió su frente;
cantaron en la selva
viento y cipreses:
La nubecilla
así desde el espacio
dijo a la niña:
«Yo del mundo del vacío
recorro las áureas huellas;
yo nado en mares de estrellas
y lloro con el rocío.
Yo tengo mi blanco altar
en las esferas impreso;
yo nací del blando beso
que dio la brisa a la mar.
Soy de la noche enlutada
cándido celaje hermoso;
soy el velo vaporoso
de la luna enamorada.
Tú, niña, con dulce anhelo,
me cantas de amores llena,
y tu voz pura resuena
en las bóvedas del cielo.
Tú naciste, y el Señor
que en los piélagos suspira,
te dio del ángel la lira60
y el eco del ruiseñor.
En tu ardiente fantasía
el genio a inflamarse empieza,
¿y dices que tu cabeza
Está lejos de la mía?
De tu inocencia la historia
con tus laureles fulgura;
tú traspasarás mi altura
por la escala de la gloria.»
Así dijo lejana
la nubecilla;
cerró sus ojos candidos
la hermosa niña,
Y alegre el viento
¡¡Clotilde!! repetía
volando al cielo.