Crónica de lima - Poemas de ANTONIO CISNEROS

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Crónica de lima
               

                                                                                         Para calmar la duda
                                                                                          que tormentosa crece
                                                                                          acuérdate; Hermelinda,
                                                                                          acuérdate de mí.

                                                                                            Hermelinda, vals criollo









Aquí están escritos mi nacimiento y matrimonio, y el día de la muerte
del abuelo Cisneros, del abuelo Campoy.
Aquí, escrito el nacimiento del mejor de mis hijos, varón y hermoso.
Todos los techos y monumentos recuerdan mis batallas contra el Rey de
     los Enanos y los perros
celebran con sus usos la memoria de mis remordimientos.
                                                                                         (Yo también
harto fui con los vinos innobles sin asomo de vergüenza o de pudor,
       maestro fui
en el Ceremonial de las Frituras.)
                                                 Oh ciudad
Guardada por los cráneos y maneras de los reyes que fueron
los más torpes -y feos- de su tiempo.
                                                  Qué se perdió o ganó entre esta agua.
Trato de recordar los nombres de los Héroes, de los Grandes Traidores.
Acuérdate, Hermelinda, acuérdate de mí.

Las mañanas son un poco más frías,
pero nunca tendrás la certeza de una nueva estación
-hace casi tres siglos se talaron los bosques y los pastos
fueron muertos por fuego.  
                                           El mar está muy cerca, Hermelinda,
pero nunca tendrás la certeza de sus aguas revueltas, su presencia
habrás de conocerla en el óxido de todas las ventanas,
en los mástiles rotos,
en las ruedas inmóviles,
en el aire color rojo-ladrillo.
                                                            Y el mar está muy cerca.
El horizonte es blando y estirado.
                                                             Piensa en el mundo
Como una media esfera -media naranja, por ejemplo- sobre cuatro
    Elefantes,
Sobre las cuatro columnas de Vulcano.
Una corona blanca y peluda te protege del espacio exterior.
Has de ver
                 Cuatro casas del siglo XIX.
                 Nueve templos de los siglos XVI, XVII, XVIII.
                 Por 2 soles 50, también, una caverna
Donde los nobles obispos y señores -sus esposas, sus hijos-
Dejaron el pellejo.

                            Los franciscanos -según te dirá el guía-
inspirados en algún oratorio de Roma convirtieron
las robustas costillas en dalias, margaritas, no-me-olvides
-acuérdate, Hermelinda- y en arcos florentinos las tibias y los cráneos.
(Y el bosque de automóviles como un reptil sin sexo y sin especie conocida
bajo el semáforo rojo.)
                                    Hay, además un río.
Pregunta por el Río, te dirán que ese año se ha secado. Alaba sus aguas
      Venideras, guárdales fe.
Sobre las colinas de arena
los Bárbaros del Sur y del Oriente han construido
un campamento más grande que toda la ciudad, y tienen otros dioses.
(Concierta alguna alianza conveniente.)
Este aire -te dirán-
tiene la propiedad de tornar rojo y ruinoso cualquier objeto al más breve
   contacto.
Así,
tus deseos, tus empresas
                                        serán una aguja oxidada
antes de que terminen de asomar los pelos, la cabeza.
Y esa mutación -acuérdate, Hermelinda- no depende de ninguna
     Voluntad.
El mar se revuelve en los canales del aire,
el mar se revuelve,
es el aire.
                No lo podrás ver.

Mas yo estuve en los muelles de Barranco
escogiendo piedras chatas y redondas para tirar al agua.
Y tuve una muchacha de piernas muy delgadas. Y un oficio.
Y esta memoria -flexible como un puente de barcas- que me amarra
a las cosas que hice
y a las infinitas cosas que no hice,
a mi buena o mala leche, a mis olvidos.
                                                   Qué se ganó o perdió entre estas aguas.
Acuérdate, Hermelinda, acuérdate de mí.






De: Canto ceremonial contra un oso hormiguero, Premio  Casa de las Américas, 1968).

       

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