Hasta la médula
¡Te amo hasta la médula de mis huesos, Dios mío!
¿Por qué tu faz me ocultas con persistente y honda
lobreguez? No permitas, Señor, que se me esconda,
¡sin ella mi pobre alma se me muere de hastío!
Te amo hasta la médula de mis huesos, y fío
al poderoso instinto con que ese amor ahonda
en la noche, tu encuentro; y a fin de que responda
tu voz, con mis clamores voy poblando el vacío.
Tengo la enfermedad sutil de lo absoluto:
por eso ni la fama, ni el amor que conquisto,
colman mis danaidescas ansias; y tal escrutan
los abismos recónditos, que habrá de hallarte... Mien
[tras,
pregunto a cada estrella fugaz dónde te encuentras;
y a cada errante y pálido cometa, si te ha visto.
¡Te amo hasta la médula de mis huesos, Dios mío!
¿Por qué tu faz me ocultas con persistente y honda
lobreguez? No permitas, Señor, que se me esconda,
¡sin ella mi pobre alma se me muere de hastío!
Te amo hasta la médula de mis huesos, y fío
al poderoso instinto con que ese amor ahonda
en la noche, tu encuentro; y a fin de que responda
tu voz, con mis clamores voy poblando el vacío.
Tengo la enfermedad sutil de lo absoluto:
por eso ni la fama, ni el amor que conquisto,
colman mis danaidescas ansias; y tal escrutan
los abismos recónditos, que habrá de hallarte... Mien
[tras,
pregunto a cada estrella fugaz dónde te encuentras;
y a cada errante y pálido cometa, si te ha visto.