Soneto por el llanto de nuestra señora y de san josé al niño perdido
Pastor a cuya gloria me levanto,
zagala, honor de aquestas selvas bellas,
en lágrimas bañáis las nobles huellas:
¿que un cordero perdido lloráis tanto?
Lloras, María, y tu precioso llanto
suben para su lumbre las estrellas;
y lloras tú, Joseph, cuyas querellas
son de los aires ornamento santo.
Más de una voz el aire desordena
del uno y otro pecho atribulado,
que a Jesús llama entre mortal gemido.
Mas de aqueste dolor nace otra pena,
viendo que, cuando más hayáis llorado,
no igualará el dolor al bien perdido.
Pastor a cuya gloria me levanto,
zagala, honor de aquestas selvas bellas,
en lágrimas bañáis las nobles huellas:
¿que un cordero perdido lloráis tanto?
Lloras, María, y tu precioso llanto
suben para su lumbre las estrellas;
y lloras tú, Joseph, cuyas querellas
son de los aires ornamento santo.
Más de una voz el aire desordena
del uno y otro pecho atribulado,
que a Jesús llama entre mortal gemido.
Mas de aqueste dolor nace otra pena,
viendo que, cuando más hayáis llorado,
no igualará el dolor al bien perdido.