VacÍo
Con el llamado a maitines
de verde badajo,
por el templo de la aurora
los dos juntos
cabalgábamos.
Me enseñabas:
Ese es tordillo, aquél bayo.
Íntimo salmo a las crines pulidas,
al sol bisoño
hecho tea en los flancos.
Entre nosotros
el siseo de un lagarto
o las hebras del arroyo enredándose en los cascos
era, en diálogo inasible,
queda oración a lo alto.
Tu mirada,
de claro verde oxidado,
se derramaba de amor.
Abierto estanco
al impulso de vivir, remansado en tus manos.
Aquel agosto aciago,
incrédulos,
mis dedos
pusieron sombra de eternidad bajo tus párpados.
El hueco está allí.
Padre,
te extraño.
Con el llamado a maitines
de verde badajo,
por el templo de la aurora
los dos juntos
cabalgábamos.
Me enseñabas:
Ese es tordillo, aquél bayo.
Íntimo salmo a las crines pulidas,
al sol bisoño
hecho tea en los flancos.
Entre nosotros
el siseo de un lagarto
o las hebras del arroyo enredándose en los cascos
era, en diálogo inasible,
queda oración a lo alto.
Tu mirada,
de claro verde oxidado,
se derramaba de amor.
Abierto estanco
al impulso de vivir, remansado en tus manos.
Aquel agosto aciago,
incrédulos,
mis dedos
pusieron sombra de eternidad bajo tus párpados.
El hueco está allí.
Padre,
te extraño.