Urraca tejedora
Cae la tarde y las urracas pueblan el aire con su indescifrable coreografía:
una trenza de hilos negros y blancos que vela o resalta la luz,
según el dictado de sus alas y el deseo de quien las mira tras la ventana.
En esa red que filtra el último resplandor del día brillan unas pocas formas,
las que merecen salvarse y que las urracas esconden luego en sus nidos,
como joyas baratas o cuentas de vidrio. En esos nidos están nuestras memorias,
las palabras que dijimos y nos dijeron, los gestos que resumen nuestro tiempo,
en esos nidos que sólo descubriremos cuando sea tarde y nada importen la luz,
la noche inminente, lo que fuimos.
Cae la tarde y las urracas pueblan el aire con su indescifrable coreografía:
una trenza de hilos negros y blancos que vela o resalta la luz,
según el dictado de sus alas y el deseo de quien las mira tras la ventana.
En esa red que filtra el último resplandor del día brillan unas pocas formas,
las que merecen salvarse y que las urracas esconden luego en sus nidos,
como joyas baratas o cuentas de vidrio. En esos nidos están nuestras memorias,
las palabras que dijimos y nos dijeron, los gestos que resumen nuestro tiempo,
en esos nidos que sólo descubriremos cuando sea tarde y nada importen la luz,
la noche inminente, lo que fuimos.