El garrobo
"Y el soñador y el sol, predestinados
por tanto hallazgo,"
Jorge Guillén
Tiembla el verano. La piedra volcánica y la soledad soportan un sopor de asombros.
El aire tiene alma, sube verde en visión al mediodía; los troncos tejen nudos con el tiempo.
El arroyo del Cailagua desborda en recuerdos, con sed de espíritus; y el güis evoca tristeza en sus alas.
Las indias bajan al círculo, se persignan, van desnudas, con ardor en los pubis;
esperan la muerte del recuerdo pero se arrepienten: ven la brujería del silencio.
Los indios abren tumbas y vuelven a su soledad de albas.
El garrobo custodia los misterios con poder de resolana; su cabeza guarda el destello,
guarda detalles, huele en el aire las almendras,
y sube a la rama calcinada para poseer a la iguana desde el espinazo al asombro.
"Y el soñador y el sol, predestinados
por tanto hallazgo,"
Jorge Guillén
Tiembla el verano. La piedra volcánica y la soledad soportan un sopor de asombros.
El aire tiene alma, sube verde en visión al mediodía; los troncos tejen nudos con el tiempo.
El arroyo del Cailagua desborda en recuerdos, con sed de espíritus; y el güis evoca tristeza en sus alas.
Las indias bajan al círculo, se persignan, van desnudas, con ardor en los pubis;
esperan la muerte del recuerdo pero se arrepienten: ven la brujería del silencio.
Los indios abren tumbas y vuelven a su soledad de albas.
El garrobo custodia los misterios con poder de resolana; su cabeza guarda el destello,
guarda detalles, huele en el aire las almendras,
y sube a la rama calcinada para poseer a la iguana desde el espinazo al asombro.