Conducción del deseo
Para el poeta Mario Ulate en su noche de palabras.
Asistimos a la noche seducidos por el espíritu,
en perenne conducción del deseo empecinados en recobrar la memoria,
y el remoto reloj con aldaba que llama a la nostalgia.
Visiono en sus penumbras un caserón con chillidos de ángeles y fantasmas.
Sobrevivo oyendo al robusto corazón con niño, lejanías y bruma verde,
o fulgor del mundo entregado al estremecimiento y al caserío defendido con palabras.
He podido armar el tiempo migrante de las gaviotas con nidos de arena;
he podido escuchar el caracol en la concha de sal y el silencio enroscado al velo terrestre del mar...
Y regresa el poeta a releer los calendarios en la placidez solariega del traspatio:
la seducción del verano es la mujer que ama a su juglar porque le conoce el corazón
y lo desnuda con caricias de candiles apagados; es la sombra inevitable de los sueños,
es el hechizo en el espejo del desvelo; es la calle con peregrinación innombrable que predice la resurrección,
y oye el gallo de luz en la fiesta hogareña; y al final de la vida, profano,
retoma su cielo con el montaraz poema.
Para el poeta Mario Ulate en su noche de palabras.
Asistimos a la noche seducidos por el espíritu,
en perenne conducción del deseo empecinados en recobrar la memoria,
y el remoto reloj con aldaba que llama a la nostalgia.
Visiono en sus penumbras un caserón con chillidos de ángeles y fantasmas.
Sobrevivo oyendo al robusto corazón con niño, lejanías y bruma verde,
o fulgor del mundo entregado al estremecimiento y al caserío defendido con palabras.
He podido armar el tiempo migrante de las gaviotas con nidos de arena;
he podido escuchar el caracol en la concha de sal y el silencio enroscado al velo terrestre del mar...
Y regresa el poeta a releer los calendarios en la placidez solariega del traspatio:
la seducción del verano es la mujer que ama a su juglar porque le conoce el corazón
y lo desnuda con caricias de candiles apagados; es la sombra inevitable de los sueños,
es el hechizo en el espejo del desvelo; es la calle con peregrinación innombrable que predice la resurrección,
y oye el gallo de luz en la fiesta hogareña; y al final de la vida, profano,
retoma su cielo con el montaraz poema.