Circos
I
Espectadores buscan ganzúas y ciudad; comparten aliento de circos viejos;
imitan descalabros y riesgos trapecistas en la procesión de la fe bajo carpa con sarcasmo tenebroso,
esqueleto y mentiras;
II
los espectadores de nuestra ciudad miran mil cruces de ceniza en su puerta,
temen la lista de los perseguidos o estupor venenoso de la molicie...
Los defensores del espectáculo consultan manuales de nigromante,
descabezan soñadores sin que sospechen pandemias virtuales ni la nieve;
disfrazan laberintos con vértebras neuróticas de celeste buitre.
III
Un carrusel de asombros traba y rechina con recuerdos,
caballos torpes del Apocalipsis y tropiezos con daguerrotipo;
relincho sobre la tarima giratoria y destino apretujado en la mandíbula de quien asiste a su propia mueca;
IV
los espectadores de nuestra ciudad presienten carpas, endosan miedos;
van cayendo sus cabezas con oficio perturbado y saltimbanquis o costillas flacas de asnos
y monos para morir víctimas del desaliento:
letargos, fosas televisadas y bordes de ilusión,
con sepultureros que salen de sus jaulas y juegan en los circos donde ofenden,
inocuos, su calavera.
I
Espectadores buscan ganzúas y ciudad; comparten aliento de circos viejos;
imitan descalabros y riesgos trapecistas en la procesión de la fe bajo carpa con sarcasmo tenebroso,
esqueleto y mentiras;
II
los espectadores de nuestra ciudad miran mil cruces de ceniza en su puerta,
temen la lista de los perseguidos o estupor venenoso de la molicie...
Los defensores del espectáculo consultan manuales de nigromante,
descabezan soñadores sin que sospechen pandemias virtuales ni la nieve;
disfrazan laberintos con vértebras neuróticas de celeste buitre.
III
Un carrusel de asombros traba y rechina con recuerdos,
caballos torpes del Apocalipsis y tropiezos con daguerrotipo;
relincho sobre la tarima giratoria y destino apretujado en la mandíbula de quien asiste a su propia mueca;
IV
los espectadores de nuestra ciudad presienten carpas, endosan miedos;
van cayendo sus cabezas con oficio perturbado y saltimbanquis o costillas flacas de asnos
y monos para morir víctimas del desaliento:
letargos, fosas televisadas y bordes de ilusión,
con sepultureros que salen de sus jaulas y juegan en los circos donde ofenden,
inocuos, su calavera.