Apología del búho
En mis manos palpo una y otra redondez; toco el trajín de luz y la tiniebla.
El animal de los sueños bajó del cielo.
Una elegía roza las garras del búho que llegó a mi ventana;
mientras con la otra canción sin destino nace y muere,
y descubre su ojo de luna en el amanecer de las tentaciones.
El poema es epitafio y la agonía.
¿Cuántos nacieron o murieron en el vuelo sincero con dolor de pubis amándoles la espalda?
Quiero a este animal como a la ciudad que me levantó del alba,
o al demonio que sepultó su vuelo con la ceniza de los escombros.
Odio a este animal, su guerra que no cesa y la ruina,
o la ruz que arrancó astillas y marcó uno a uno mis poemas.
En mis manos palpo una y otra redondez; toco el trajín de luz y la tiniebla.
El animal de los sueños bajó del cielo.
Una elegía roza las garras del búho que llegó a mi ventana;
mientras con la otra canción sin destino nace y muere,
y descubre su ojo de luna en el amanecer de las tentaciones.
El poema es epitafio y la agonía.
¿Cuántos nacieron o murieron en el vuelo sincero con dolor de pubis amándoles la espalda?
Quiero a este animal como a la ciudad que me levantó del alba,
o al demonio que sepultó su vuelo con la ceniza de los escombros.
Odio a este animal, su guerra que no cesa y la ruina,
o la ruz que arrancó astillas y marcó uno a uno mis poemas.