Alberti en mi sueño
Su risa fue abrazo mediterráneo, fue el tejido de un golondrinaje y balcones.
Desperté del olor calcáreo y me posicioné del mar,
de los islotes con mis manos abandonando la sal viva.
Era carcajada y vela la playa del poeta; era un oficio tropical
y la plenitud con arboleda hortelana de canas atigradas,
era un rizado en altamar y el rescoldo azul del verano.
Tocó tierra con su pasión y náufragos encantados --esbozado el apenas y la risa caminante de la mañana--.
Fue hondo el golpe de sus remos rotos por los litorales y, únicamente,
la prisa de quedarse vivo con urdimbre de arrecifes y metáforas urbanas:
fue la mano del mundo, tallada por los orfebres del sueño y las vihuelas matinales.
Entonces caldeaba olor en pleamar, con muelle mágico y oleaje de poemas;
así revivió el poeta para reconocer su sed, encima del túmulo gutural de la ola,
con cielo rojo, ira voraz y la pena sin penas, o los pezones de nuestras lagunas con sirenas.
Su risa fue abrazo mediterráneo, fue el tejido de un golondrinaje y balcones.
Desperté del olor calcáreo y me posicioné del mar,
de los islotes con mis manos abandonando la sal viva.
Era carcajada y vela la playa del poeta; era un oficio tropical
y la plenitud con arboleda hortelana de canas atigradas,
era un rizado en altamar y el rescoldo azul del verano.
Tocó tierra con su pasión y náufragos encantados --esbozado el apenas y la risa caminante de la mañana--.
Fue hondo el golpe de sus remos rotos por los litorales y, únicamente,
la prisa de quedarse vivo con urdimbre de arrecifes y metáforas urbanas:
fue la mano del mundo, tallada por los orfebres del sueño y las vihuelas matinales.
Entonces caldeaba olor en pleamar, con muelle mágico y oleaje de poemas;
así revivió el poeta para reconocer su sed, encima del túmulo gutural de la ola,
con cielo rojo, ira voraz y la pena sin penas, o los pezones de nuestras lagunas con sirenas.