El yoyo electrico
Este niño, con su yoyo eléctrico alumbra al mundo.
No tiene idea de la luz que despide
en la noche terrible del gentío.
Es débil, espigado, y los ojos le brillan
en delicadas brasas. Arriba y abajo
sostiene las alas de la noche
y las gentes, sin detenerse, no acuden
a escuchar el canto de su luz.
Terrible y exquisita la mano
impulsa el hilo, como si en el mundo
de ciegos el pequeño muchacho fuera el Rey.
Acumula la luz, la desperdiga,
y en el chasquido de luces, las estrellas,
cansadas de brillar en las galaxias,
se irisan en sus manos. El niño, indiferente
a la luz que hace brotar de entre la noche,
se pierde por alguna callejuela, dejando
chispas a su paso, como sin un relámpago de Dios
quedara perdido entre los charcos.
Este niño, con su yoyo eléctrico alumbra al mundo.
No tiene idea de la luz que despide
en la noche terrible del gentío.
Es débil, espigado, y los ojos le brillan
en delicadas brasas. Arriba y abajo
sostiene las alas de la noche
y las gentes, sin detenerse, no acuden
a escuchar el canto de su luz.
Terrible y exquisita la mano
impulsa el hilo, como si en el mundo
de ciegos el pequeño muchacho fuera el Rey.
Acumula la luz, la desperdiga,
y en el chasquido de luces, las estrellas,
cansadas de brillar en las galaxias,
se irisan en sus manos. El niño, indiferente
a la luz que hace brotar de entre la noche,
se pierde por alguna callejuela, dejando
chispas a su paso, como sin un relámpago de Dios
quedara perdido entre los charcos.