Poetas
Para hacerte con mi pluma un incensario,
solicito a las cariátides del templo
el concurso de poetas
que dejaron de existir y no están muertos.
Para hacerte con mi pluma un incensario,
petulante por tu amor miro muy lejos,
a las cumbres de Darío
que es el máximo pontífice del verso.
Y suspiro junto a Silva,
junto a Dávila y a Nervo,
y persigo por la ruta de SeviUa a los Machado
y un poeta manco y dulce me acompaña de regreso.
Para hacerte con mi pluma un incensario
voy al fúnebre hospital de Ortiz Guerrero,
y las cuerdas indolentes de Lugones
me fabrican un trapecio.
Un viril Santos Chocano
se me acerca en un corcel alado y regio,
mientras que un Andrés Eloy
le permite a su apellido que me sirva de cuaderno.
Para hacerte con mi pluma un incensario
el salitre me susurra su secreto,
y la novia tornadiza de Fontana
se me pierde por el arco de una playa en el recuerdo.
Pero entonces,
ante el mar alicaído de silencio
siento pasos, y Alfonsina
en la arena de la costa siembra un sueño.
Así vivo desglosándote canciones,
entonando mis arpegios.
¿Incensarios...? No es la pluma suficiente,
ni las páginas de espíritus selectos.
En tu boca está el milagro,
la respuesta está en tu aliento,
por el mágico, sublime, prodigioso y exquisito
incensario de tus besos.
Para hacerte con mi pluma un incensario,
solicito a las cariátides del templo
el concurso de poetas
que dejaron de existir y no están muertos.
Para hacerte con mi pluma un incensario,
petulante por tu amor miro muy lejos,
a las cumbres de Darío
que es el máximo pontífice del verso.
Y suspiro junto a Silva,
junto a Dávila y a Nervo,
y persigo por la ruta de SeviUa a los Machado
y un poeta manco y dulce me acompaña de regreso.
Para hacerte con mi pluma un incensario
voy al fúnebre hospital de Ortiz Guerrero,
y las cuerdas indolentes de Lugones
me fabrican un trapecio.
Un viril Santos Chocano
se me acerca en un corcel alado y regio,
mientras que un Andrés Eloy
le permite a su apellido que me sirva de cuaderno.
Para hacerte con mi pluma un incensario
el salitre me susurra su secreto,
y la novia tornadiza de Fontana
se me pierde por el arco de una playa en el recuerdo.
Pero entonces,
ante el mar alicaído de silencio
siento pasos, y Alfonsina
en la arena de la costa siembra un sueño.
Así vivo desglosándote canciones,
entonando mis arpegios.
¿Incensarios...? No es la pluma suficiente,
ni las páginas de espíritus selectos.
En tu boca está el milagro,
la respuesta está en tu aliento,
por el mágico, sublime, prodigioso y exquisito
incensario de tus besos.