Walpurgis
Un Duende estaba soñando
que tomó un camino largo,
siguiendo a los pavorreales
de plumajes irisados.
En la marea de sus ojos
se presentaron dos magos;
dos ancianitos barbudos
airadamente... gritando.
Sobre la copa de un árbol
aparecí yo flotando
¡Y esfumé a los hechiceros
con mis poderes de encanto!
Esparcí unas “luces malas”
en el tenebroso espacio,
y lentamente en el duende
fui mi cuerpo transformando.
Huummmhhh! ¡Oooommhhh!
¡Arieeeeeeeeeeeel iiimaaahooo!
¡Huuummhhh! ¡Oooommhhh!
¡Arieeeeeeeeeeeel iiimaaahooo!
Metamorfosis de luna,
primer huracán de mayo
¡Este cuerpo de leyendas,
por mí, se encuentra ocupado!
Pedí que ¡Presto! Vinieras...
y con el cuerpo inclinado
te revelaste en el cielo
con hermoso pelo largo.
Con amuletos de hierba
cortada en un Viernes Santo,
por tu bienaventuranza
conjuré a todos los pájaros.
-Por el aire de la noche,
por las regiones de abajo,
por los picos de la sierra
y por el llanero caos.
Conjuro a todas las aves
y al quinto sello del hado;
para que guíen su persona
y dirijan... su caballo-.
Sin que tu madre lo viera;
con diestra y siniestra mano,
yo mismo ensillé el corcel
más alto que tiene el diablo.
Sujeté bien tus espuelas
al talón de tus zapatos,
y ceñí unas chaparreras
a tus muslos abultados.
Ascendiste a la montura
con ligerísimo salto,
y en el centro del corral
grité yo, desesperado:
-Ve a buscar a las montañas
corazones desterrados,
ve a buscar proselitismo
para tu mágico encanto.
En el árbol de la sal
¡Hunde tus dedos amargos,
y saca los dioses grandes
para que pueblen los campos!
Te fuiste desvaneciendo
entre remolinos blancos,
y entre filos destellantes
de brillantísimos rayos.
Velozmente por el cielo
iban las nubes volando,
la noche se destruía
en el canto de los gallos.
Cuando llegó la mañana...
tu madre estaba llorando;
con alas de mariposa
le secaba yo su llanto.
-¡Anoche escapó tu hija
montada en negro caballo!
Hoy andará por la sierra
en aquellos picos altos.
Se hundió en aquel horizonte
de cañadas y barrancos,
donde vuelan las cenizas
de espíritus emplazados.
Andará en los manantiales
que alimentan estos lagos,
despertando exaltaciones
en ojos atormentados.
¡Los seres de la montaña
tienen corazones malos!
¡Traen la suerte miserable
de “Estebanico el Hallado”!
Pero los ama y los busca
con renovado entusiasmo
¡Ojalá, cuando regrese,
ya no pueda recordarlos!
Cuando el duende despertó
del fantástico letargo;
como dos fantasmas grises
nuestras almas se cruzaron.
Yo dejaba un aquelarre,
él dejaba sueños largos;
para intercambiar los cuerpos
en la arteria de milagros.
En sus ojos había pavos
de plumajes irisados.
En mis ojos, una imagen
montada sobre un caballo.
Crecieron como la hierba
recuerdos grandes y amargos,
en la huerta solitaria
de alucinados naranjos.
Luego llegaron los cuervos
y en el pico se llevaron
el sueño que me inspiraba
poemas extraordinarios.
En profunda soledad
dos elementos quedaron;
uno, gestante de olvidos;
otro, siempre recordando.
Un Duende estaba soñando
que tomó un camino largo,
siguiendo a los pavorreales
de plumajes irisados.
En la marea de sus ojos
se presentaron dos magos;
dos ancianitos barbudos
airadamente... gritando.
Sobre la copa de un árbol
aparecí yo flotando
¡Y esfumé a los hechiceros
con mis poderes de encanto!
Esparcí unas “luces malas”
en el tenebroso espacio,
y lentamente en el duende
fui mi cuerpo transformando.
Huummmhhh! ¡Oooommhhh!
¡Arieeeeeeeeeeeel iiimaaahooo!
¡Huuummhhh! ¡Oooommhhh!
¡Arieeeeeeeeeeeel iiimaaahooo!
Metamorfosis de luna,
primer huracán de mayo
¡Este cuerpo de leyendas,
por mí, se encuentra ocupado!
Pedí que ¡Presto! Vinieras...
y con el cuerpo inclinado
te revelaste en el cielo
con hermoso pelo largo.
Con amuletos de hierba
cortada en un Viernes Santo,
por tu bienaventuranza
conjuré a todos los pájaros.
-Por el aire de la noche,
por las regiones de abajo,
por los picos de la sierra
y por el llanero caos.
Conjuro a todas las aves
y al quinto sello del hado;
para que guíen su persona
y dirijan... su caballo-.
Sin que tu madre lo viera;
con diestra y siniestra mano,
yo mismo ensillé el corcel
más alto que tiene el diablo.
Sujeté bien tus espuelas
al talón de tus zapatos,
y ceñí unas chaparreras
a tus muslos abultados.
Ascendiste a la montura
con ligerísimo salto,
y en el centro del corral
grité yo, desesperado:
-Ve a buscar a las montañas
corazones desterrados,
ve a buscar proselitismo
para tu mágico encanto.
En el árbol de la sal
¡Hunde tus dedos amargos,
y saca los dioses grandes
para que pueblen los campos!
Te fuiste desvaneciendo
entre remolinos blancos,
y entre filos destellantes
de brillantísimos rayos.
Velozmente por el cielo
iban las nubes volando,
la noche se destruía
en el canto de los gallos.
Cuando llegó la mañana...
tu madre estaba llorando;
con alas de mariposa
le secaba yo su llanto.
-¡Anoche escapó tu hija
montada en negro caballo!
Hoy andará por la sierra
en aquellos picos altos.
Se hundió en aquel horizonte
de cañadas y barrancos,
donde vuelan las cenizas
de espíritus emplazados.
Andará en los manantiales
que alimentan estos lagos,
despertando exaltaciones
en ojos atormentados.
¡Los seres de la montaña
tienen corazones malos!
¡Traen la suerte miserable
de “Estebanico el Hallado”!
Pero los ama y los busca
con renovado entusiasmo
¡Ojalá, cuando regrese,
ya no pueda recordarlos!
Cuando el duende despertó
del fantástico letargo;
como dos fantasmas grises
nuestras almas se cruzaron.
Yo dejaba un aquelarre,
él dejaba sueños largos;
para intercambiar los cuerpos
en la arteria de milagros.
En sus ojos había pavos
de plumajes irisados.
En mis ojos, una imagen
montada sobre un caballo.
Crecieron como la hierba
recuerdos grandes y amargos,
en la huerta solitaria
de alucinados naranjos.
Luego llegaron los cuervos
y en el pico se llevaron
el sueño que me inspiraba
poemas extraordinarios.
En profunda soledad
dos elementos quedaron;
uno, gestante de olvidos;
otro, siempre recordando.