Hipocampos
Alguien me dijo una vez:
“El matiz del hipocampo
sólo tiene irisamientos
para el ser enamorado.”
Eso me dijeron antes,
eso me dijeron cuando
serenamente vivía
dedicado a mi trabajo.
Uno persiguiendo a otro,
igual que fantasmas blancos;
iban insípidos días
tranquilamente pasando.
Al casi salir otoño
y el invierno ir empezando;
en un momento reactivo
¡Se desfondó mi letargo!
Y todos me vieron ir
calle arriba y calle abajo;
terca y repetidamente
por un nombre preguntando.
En mi pecho resonaba,
como resuena en los llanos;
un trepidante galope
de trastornados caballos.
Hoy lucen bajo las aguas;
cual destello de milagros,
los matices encendidos
de todos los hipocampos.
Pero es como ver maduro
el fruto de los damascos
y no poder con las manos
ni con los labios tocarlo.
Alguien me dijo una vez:
“El matiz del hipocampo
sólo tiene irisamientos
para el ser enamorado.”
Eso me dijeron antes,
eso me dijeron cuando
serenamente vivía
dedicado a mi trabajo.
Uno persiguiendo a otro,
igual que fantasmas blancos;
iban insípidos días
tranquilamente pasando.
Al casi salir otoño
y el invierno ir empezando;
en un momento reactivo
¡Se desfondó mi letargo!
Y todos me vieron ir
calle arriba y calle abajo;
terca y repetidamente
por un nombre preguntando.
En mi pecho resonaba,
como resuena en los llanos;
un trepidante galope
de trastornados caballos.
Hoy lucen bajo las aguas;
cual destello de milagros,
los matices encendidos
de todos los hipocampos.
Pero es como ver maduro
el fruto de los damascos
y no poder con las manos
ni con los labios tocarlo.