FrustraciÓn
¡Paralizada iglesia!
Iré a la vecindad de grandes mares;
a la pugna violenta de las aguas
a suprimir imperfecciones bautismales
con enjambres de rayos
que extirpan la inmundicia de las almas.
Desgastaré mi voz en las canciones
que aprendo en el gozoso cautiverio
de múltiples especies de entusiasmo
y trances de histórico provecho.
Destruiré la confusión de ideas
con esta cordura universal
que hace girar del mundo las poleas.
La erudición de tóxicos vapores
activa delincuentes pensamientos
al encomiar sofísticos profetas
que extravían a inexpertos misioneros.
Luego ordena jerarquías y diferiencias
enalteciendo voz de aberraciones
y trágicas fiebres del infecto.
Melancolía de cantos flagelados,
desecración de pecadoras manos;
la transgresión de alternativos humos,
muestra de arte, sin vida, en los esclavos;
residirá en las costas de las islas
que barren los vientos putrefactos.
Lanceteadora muerte,
con la opinión de nébulas y estrellas
y horas frías, de agobio, que me restan…
hilé para tu cuerpo estos vestidos.
¡Es la señal de contrición que ofrendo
en esta larga noche de alaridos!
¡Escucha, intercesores, mis obispos!
Olvida los pecados celestiales
que ayer con vigor involuntario
cometieron mis hijas y mis hijos.
No los dejes gemir entre tus brazos,
no dejes que los trague el Padre Tiempo.
Hazlos brincar en llamaradas
curativas que tienen los alientos
de lejanas galaxias…
Aíslalos de todo lo inferior,
no los dejes caer;
en el Contagio que preside este momento.
Hoy todo ha corrompido un mal principio,
el absurdo confuso es un empeño
que trae literaturas detestables
a mi sueño.
Pasan diariamente por la calle
gusanos de largas procesiones
en danzantes manías;
descarriados proclaman
un risible progreso.
Voy a cerrar las puertas de la vida.
Hoy desconecto, al fin, mi pensamiento.
Las paladas de tierra sonarán
en mi féretro hueco:
como un “adiós” del que a su hogar regresa
en alas pacíficas y tristes
del silencio.
¡Paralizada iglesia!
Iré a la vecindad de grandes mares;
a la pugna violenta de las aguas
a suprimir imperfecciones bautismales
con enjambres de rayos
que extirpan la inmundicia de las almas.
Desgastaré mi voz en las canciones
que aprendo en el gozoso cautiverio
de múltiples especies de entusiasmo
y trances de histórico provecho.
Destruiré la confusión de ideas
con esta cordura universal
que hace girar del mundo las poleas.
La erudición de tóxicos vapores
activa delincuentes pensamientos
al encomiar sofísticos profetas
que extravían a inexpertos misioneros.
Luego ordena jerarquías y diferiencias
enalteciendo voz de aberraciones
y trágicas fiebres del infecto.
Melancolía de cantos flagelados,
desecración de pecadoras manos;
la transgresión de alternativos humos,
muestra de arte, sin vida, en los esclavos;
residirá en las costas de las islas
que barren los vientos putrefactos.
Lanceteadora muerte,
con la opinión de nébulas y estrellas
y horas frías, de agobio, que me restan…
hilé para tu cuerpo estos vestidos.
¡Es la señal de contrición que ofrendo
en esta larga noche de alaridos!
¡Escucha, intercesores, mis obispos!
Olvida los pecados celestiales
que ayer con vigor involuntario
cometieron mis hijas y mis hijos.
No los dejes gemir entre tus brazos,
no dejes que los trague el Padre Tiempo.
Hazlos brincar en llamaradas
curativas que tienen los alientos
de lejanas galaxias…
Aíslalos de todo lo inferior,
no los dejes caer;
en el Contagio que preside este momento.
Hoy todo ha corrompido un mal principio,
el absurdo confuso es un empeño
que trae literaturas detestables
a mi sueño.
Pasan diariamente por la calle
gusanos de largas procesiones
en danzantes manías;
descarriados proclaman
un risible progreso.
Voy a cerrar las puertas de la vida.
Hoy desconecto, al fin, mi pensamiento.
Las paladas de tierra sonarán
en mi féretro hueco:
como un “adiós” del que a su hogar regresa
en alas pacíficas y tristes
del silencio.