Filosóficos-morales xix
Mi madre, que me amaba
con desvarío,
siempre al verme exclamaba:
- ¡Consuelo mío!
¡Y hoy, santo cielo,
quién consolar pudiera
a aquel consuelo!
Mi madre, que me amaba
con desvarío,
siempre al verme exclamaba:
- ¡Consuelo mío!
¡Y hoy, santo cielo,
quién consolar pudiera
a aquel consuelo!