Vii
Silenciaré la voz. El sedimento
en que incuban mis versos su latido,
está, de hurgar en él, tan removido,
que ya no se si digo lo que siento;
si vivo lo que digo; si me invento;
si mi llanto es auténtico o fingido,
ni si el amor que doy como perdido
existió mas allá del pensamiento.
Cada vez más escribidor de oficio;
cada vez menos corazón abierto;
cada vez más prolífico artesano;
cada vez menos yo y mas artificio,
me duele, uno tras otro, parir muerto
cada verso alumbrado por mi mano.
Silenciaré la voz. El sedimento
en que incuban mis versos su latido,
está, de hurgar en él, tan removido,
que ya no se si digo lo que siento;
si vivo lo que digo; si me invento;
si mi llanto es auténtico o fingido,
ni si el amor que doy como perdido
existió mas allá del pensamiento.
Cada vez más escribidor de oficio;
cada vez menos corazón abierto;
cada vez más prolífico artesano;
cada vez menos yo y mas artificio,
me duele, uno tras otro, parir muerto
cada verso alumbrado por mi mano.