A la muerte - Poemas de Nicomedes Pastor Díaz

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A la muerte

Te teneam moriens.
TIB. Eleg. I, lib. I.


Ven a mis manos de la
tumba oscura,
Ven, laúd lastimero,
Do Tibulo cantaba su ternura
Dando a Delia su acento postrimero.

Y traeme los ayes encantados
Con que dulce gemía,
Cuando ya con los párpados cerrados
En brazos de su amor desfallecía.

Ven, y el son de tu armónico suspiro
Sobre mi arpa vibrando,
Al viento de las ansias que respiro
El fin de mi existencia preludiando.

Yo lloraré de un alma solitaria
El insaciable anhelo,
Invocando en mi lúgubre plegaria
El solo bien que me reserva el cielo.

Yo ensalzaré tu celestial dulzura,
Muerte consoladora.
Yo cantaré en tus brazos tu hermosura;
Nadie en el mundo como yo te adora.

Parece ya que en el dintel sombrío
De la tumba dichosa
Siento exhalarse un delicioso frío
Que el ardor templa de mi sed fogosa,

Y que un ángel más bello que mi Lina,
Con semblante risueño,
En féretro de rosas me reclina,
Y el himno entona de mi eterno sueño.

«Venid, exclama, a los sepulcros yertos
A terminar los males.
No es ilusión la dicha de los muertos;
La nada es el vivir de los mortales...»

Lo sé, lo sé; mas de otro modo un día
Brillante a mis ardores
El campo de la vida se ofrecía
Vertiendo aromas y brotando flores.

«Do más placer divise, dije ufano,
Allí está mi ventura.
El ser que me formó no es un tirano,
Y el bien en el gozar puso natura.»

«Destiérrese de mí la razón lenta
Y su impotente brillo:
Será mi norte lo que el pecho sienta,
Será feliz mi corazón sencillo.»

Dije, y cual ave del materno nido
Lanceme en vuelo osado;
La senda del placer hollé atrevido,
Siempre de sed inmensa arrebatado.

Corrí a las fuentes do mi lado ardiente
Beber el bien quería,
Y a su hidrópico afán desobediente
El néctar del deleite no corría...

Y corrió por mi mal... y era veneno:
Bebiéronle conmigo:
Crimen en vez de amor ardió en mi seno,
Fui amante inútil y funesto amigo.

Denso vapor al fin anubló el alma,
Y en letargo profundo
De quietud falsa, de horrorosa calma,
Dejé los hombres, y maldije al mundo...

¡O natura falaz! tú me engañaste
Con pérfida mentira
Cuando en mi débil corazón grabaste
Esa imagen ideal por que suspira.

Pasó de mis fantásticas visiones
La magia encantadora.
Destino atroz, no tengo ya pasiones,
Y un solo bien mi corazón implora.

Envía sólo un rayo de contento
Sobre mi hora postrera:
Dame un solo placer, solo un momento,
El momento no más en que me muera.

Ya que entoldaste siempre mi ventura
Con tan nubloso velo,
Rasga en mi ocaso su cortina oscura,
Déjame, cuando espire, ver el cielo.

¡Ay! y al sentir ese éxtasis profundo
Que da la patria eterna,
A la que fue mi patria en este mundo
Volver me deja una mirada tierna.

Llévame de mi Landro a los vergeles,
Y allí, muerte piadosa,
Bajo los mismos sauces y laureles
Do mi cuna rodó, mi tumba posa...

Apura, o muerte, mi deseo apura,
Y a mis votos te presta.
Lleva a su colmo mi postrer ventura;
Premia un instante una pasión funesta.

Propicia a la ilusión que me alucina
Llévame a la que adoro:
Tremola entre los brazos de mi Lina
Tu crespón, para mí bordado de oro.

En ellos ¡ay! exánime posando,
Mi rostro al suyo uniendo,
Al compás de su lloro agonizando,
Y sus tardías lágrimas bebiendo,

Mis brazos se enlazaran a su cuello,
Que apoyo me prestara
Para esforzar el último resuello
Que en sus labios mi espíritu exhalara...

¡Ay! accede al ansiar de un alma triste,
Muerte que anhelé tanto,
Y en vez de esa corona que no existe
Cubra una flor no más tu negro manto...

Mas no... no cederás tu poderío,
O destino inclemente,
Y contra el mármol del sepulcro mío
Con furor ciego estrellarás mi frente.

Mi tierna juventud, mis padeceres,
Mi llanto no te apiada...
Moriré, moriré, mas sin placeres;
¡Ay! moriré sin ver a mi adorada.

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