La madre Francisca Josefa del Castillo ingresó a los diecinueve años de edad al Convento de Santa Clara, en Tunja. Había sido criada con gran recato y cuidado dentro del mayor encierro posible, como era lo acostumbrado entonces; y en el claustro encontró un ambiente en el que, al igual que en el resto de la sociedad, reinaba el prejuicio contra la instrucción femenina, hasta tal punto, que en el capítulo general de su comunidad se le acusó de haber enseñado a una novicia a escribir. Por eso, tal vez, leyó poco y sólo escritos anteriores a Luis de Góngora (1561-1627).
Además de sus versos, Josefa del Castillo escribió su autobiografía en prosa, titulada Mi vida, gracias a la sugerencia de su confesor; y otra obra en prosa, Afectos, en la cual consignó sus sentimientos. Por otra parte, las referencias de sus escritos son todas místicas, no se ocupan para nada del entorno; pues, como lo señaló Rocío Vélez de Piedrahíta en un ensayo sobre esta escritora, para Francisca, Babilonia está en la esquina de enfrente; Nueva Granada no existe y, a pesar de que la obra sobre su vida fue publicada por la Imprenta de la Compañía de Jesús en 1740, que es la primera publicación que se conoce del Nuevo Reino de Granada, entre sus contemporáneos ésta fue bastante desconocida; Mi vida no fue reeditada hasta 1817, setenta y cinco años después de la muerte de su autora, y los Afectos apenas se publicaron en 1843.
afecto 45 (ii)
Al monte de la mirra he de hacer mi camino, con tan ligeros pasos que iguale al cervatillo. mas ¡ay ...[leer completo]
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afecto 45 (i)
Deliquios del Divino Amor en el corazón de la criatura y en las agonías del Huerto. I El habla ...[leer completo]
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