Oración
Dime qué anhelas
más hondamente…
Siente primero,
luego vacíate,
piensa después…
Y por fin háblame
desde tus ojos
-húmedos casi-,
desde tus alas
-casi nacientes-,
desde tus pies
-lindos y fuertes-,
toda tú erguida
sobre tu amor,
¡Dama de Dios!
Seré la escucha
de tus palabras,
la caracola
de sed, sin fondo,
de tu pasión.
Seré la tierra
íntima y fértil
donde tus lágrimas
se posarán,
leves semillas
del despertar,
tu claridad.
Seré el oído
de tu silencio,
ése que guardas
desde pequeña
como un juguete
precioso y frágil
de tu rincón.
Con el que sueñas
que vuelas alto.
En el que nadas
tu libertad.
Desde el que miras
y te sonríes
o creces tanto,
tan alta y pura,
que el universo,
todo ya en ti,
te siente amar.
Dime qué anhelas
más hondamente…
Tiende tus manos,
¡Dama!, hacia el Sol…
Y espera siempre,
donde te encuentres
con tu silencio,
el eco mágico
y el fiel reflejo
de tu oración,
mi corazón.
Dime qué anhelas
más hondamente…
Siente primero,
luego vacíate,
piensa después…
Y por fin háblame
desde tus ojos
-húmedos casi-,
desde tus alas
-casi nacientes-,
desde tus pies
-lindos y fuertes-,
toda tú erguida
sobre tu amor,
¡Dama de Dios!
Seré la escucha
de tus palabras,
la caracola
de sed, sin fondo,
de tu pasión.
Seré la tierra
íntima y fértil
donde tus lágrimas
se posarán,
leves semillas
del despertar,
tu claridad.
Seré el oído
de tu silencio,
ése que guardas
desde pequeña
como un juguete
precioso y frágil
de tu rincón.
Con el que sueñas
que vuelas alto.
En el que nadas
tu libertad.
Desde el que miras
y te sonríes
o creces tanto,
tan alta y pura,
que el universo,
todo ya en ti,
te siente amar.
Dime qué anhelas
más hondamente…
Tiende tus manos,
¡Dama!, hacia el Sol…
Y espera siempre,
donde te encuentres
con tu silencio,
el eco mágico
y el fiel reflejo
de tu oración,
mi corazón.