Con motivo de la fiesta secular celebrada en lendinara
Con motivo de la fiesta secular celebrada en Lendinara (estado
veneciano) a honor de la Virgen nuestra señora. Año de 1795.
Ya los felices
campos que corona
profundo el Po, y el Atesis fecunda,
oigo sonar con voces de alegría
que repiten los ecos.
Llena de pueblo, Lendinara humilde,
hoy los altares religiosa adorna
de la tierna doncella, a cuya planta
yace el dragón temido.
Mármoles y oro que su templo visten
fúlgidos brillan, y a los corvos techos,
que el pincel abultó de formas bellas,
sube el incienso en humo.
Al venerado simulacro en torno
votos ofrecen: dulce melodía
hiere los aires, y en acordes himnos
alto numen adoran.
Madre piadosa que el lamento humano
calma, y el brazo vengador suspende,
cuando al castigo se levanta y tiembla
de su amago el Olimpo.
Ella su pueblo cariñosa guarda
ella disipa los acerbos males
que al mundo cercan, y a su imperio prontos
los elementos ceden.
Basta su voz a conturbar los senos
donde, cercado de tiniebla eterna,
reina el tirano aborrecido: origen
de la primera culpa.
Basta su voz a serenar del hondo
mar, que los vientos rápidos agitan,
las crespas olas, y romper las nubes
donde retumba el trueno.
O ya la tierra con rumor confuso
suene, y el fuego que su centro oculta
haga los montes vacilar, cayendo
los alcázares altos.
O ya, sus alas sacudiendo negras,
el austro aliento venenoso esparza,
y a las naciones populosas lleve
desolación horrible:
Ella invocada, de el sublime asiento
desde donde a sus pies ve las estrellas,
quietud impone al mundo, y los estragos
cesan, y huye la muerte.
¡Oh!, celebradla: y el dichoso día,
que nos detuvo perezoso el tiempo,
de fe, de gratitud, ejemplo sea
a los futuros siglos.
Y si no es dado que mi lengua alterne
en ritmo ausonio y sus elogios cante;
ella comprehende, aunque de voz carezca,
el idioma del alma.
Sí, tú me inspira, y en amor divino
arda por ti mi corazón, y anhele
solo adorarte, como los eternos
espíritus te adoran
Que nada estorba para serte grato,
Virgen hermosa, que en hispano verso
rudo, sin arte, humilde te celebre;
si religión le dicta.
En él te invoca de esperanza llena,
mi madre España: que a tu culto santo,
hasta el vencido antípoda remoto,
aras dedica y templos.
Con motivo de la fiesta secular celebrada en Lendinara (estado
veneciano) a honor de la Virgen nuestra señora. Año de 1795.
Ya los felices
campos que corona
profundo el Po, y el Atesis fecunda,
oigo sonar con voces de alegría
que repiten los ecos.
Llena de pueblo, Lendinara humilde,
hoy los altares religiosa adorna
de la tierna doncella, a cuya planta
yace el dragón temido.
Mármoles y oro que su templo visten
fúlgidos brillan, y a los corvos techos,
que el pincel abultó de formas bellas,
sube el incienso en humo.
Al venerado simulacro en torno
votos ofrecen: dulce melodía
hiere los aires, y en acordes himnos
alto numen adoran.
Madre piadosa que el lamento humano
calma, y el brazo vengador suspende,
cuando al castigo se levanta y tiembla
de su amago el Olimpo.
Ella su pueblo cariñosa guarda
ella disipa los acerbos males
que al mundo cercan, y a su imperio prontos
los elementos ceden.
Basta su voz a conturbar los senos
donde, cercado de tiniebla eterna,
reina el tirano aborrecido: origen
de la primera culpa.
Basta su voz a serenar del hondo
mar, que los vientos rápidos agitan,
las crespas olas, y romper las nubes
donde retumba el trueno.
O ya la tierra con rumor confuso
suene, y el fuego que su centro oculta
haga los montes vacilar, cayendo
los alcázares altos.
O ya, sus alas sacudiendo negras,
el austro aliento venenoso esparza,
y a las naciones populosas lleve
desolación horrible:
Ella invocada, de el sublime asiento
desde donde a sus pies ve las estrellas,
quietud impone al mundo, y los estragos
cesan, y huye la muerte.
¡Oh!, celebradla: y el dichoso día,
que nos detuvo perezoso el tiempo,
de fe, de gratitud, ejemplo sea
a los futuros siglos.
Y si no es dado que mi lengua alterne
en ritmo ausonio y sus elogios cante;
ella comprehende, aunque de voz carezca,
el idioma del alma.
Sí, tú me inspira, y en amor divino
arda por ti mi corazón, y anhele
solo adorarte, como los eternos
espíritus te adoran
Que nada estorba para serte grato,
Virgen hermosa, que en hispano verso
rudo, sin arte, humilde te celebre;
si religión le dicta.
En él te invoca de esperanza llena,
mi madre España: que a tu culto santo,
hasta el vencido antípoda remoto,
aras dedica y templos.