Ii. alfama
Es un cuerpo la penumbra cuya niebla humedece
la dureza de gárgola de unas calles
que ascienden y están acaso muertas.
El tiempo detiene un dosel de ropa usada
y deja en el aire su celaje de musgo.
En las fachadas la blancura
se aviene a la desidia de un destino borrado.
Es verano y la ciudad, debajo tuyo, cobra
un azul de acuarela, rasgos que disipan
la bruma y los siglos.
No hay voluntad, sólo presencia
de cosas y gentes que de la vida
rescatan un devenir de inventario.
La tarde, como el mar,
escinde en dos orillas remotas
la quietud de un recuerdo de plazas vacías.
Es un cuerpo la penumbra cuya niebla humedece
la dureza de gárgola de unas calles
que ascienden y están acaso muertas.
El tiempo detiene un dosel de ropa usada
y deja en el aire su celaje de musgo.
En las fachadas la blancura
se aviene a la desidia de un destino borrado.
Es verano y la ciudad, debajo tuyo, cobra
un azul de acuarela, rasgos que disipan
la bruma y los siglos.
No hay voluntad, sólo presencia
de cosas y gentes que de la vida
rescatan un devenir de inventario.
La tarde, como el mar,
escinde en dos orillas remotas
la quietud de un recuerdo de plazas vacías.