Conocimiento
Aprendemos a ver habituando
el ojo a la costumbre, a la apariencia.
Aceptamos el tedio, la indolencia,
la atonía de lo vivo, ocultando
casi siempre la verdad; disfrazando
lo que alguna vez, fábula, conciencia,
fue la única, accidental presencia
de la verdad. Miramos disociando
el estupor, en dudas la certeza,
haciendo del mirar un desvarío
ajeno a la intención de la mirada.
Nos seduce la bruma, la pereza,
la oquedad que recoge en su vacío
obsesión de lo oscuro y de la nada.
Aprendemos a ver habituando
el ojo a la costumbre, a la apariencia.
Aceptamos el tedio, la indolencia,
la atonía de lo vivo, ocultando
casi siempre la verdad; disfrazando
lo que alguna vez, fábula, conciencia,
fue la única, accidental presencia
de la verdad. Miramos disociando
el estupor, en dudas la certeza,
haciendo del mirar un desvarío
ajeno a la intención de la mirada.
Nos seduce la bruma, la pereza,
la oquedad que recoge en su vacío
obsesión de lo oscuro y de la nada.