Legado - Poemas de JOSÉ KOZER

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Legado
               

Dile

a las niñas una u otra o vayan a posar un pie en la
            habitación.

Entre, el notario.

Dé fe: tiene permiso para escriturar con palabras al
            pie de la letra o tergiversarlas.

Mi asunto es otro.

Cuestión de reyes o cítaras y el mar que arroja
            tumultuosos buhoneros porteadores
            descalzos ocupación

y mercancías.

Palabras: han de registrar todo objeto en su tamaño
            y confinamiento.

Si prestan un servio

o si son alegría en el ojo vivo de las concubinas
            me es ajeno.

Esto, he dicho.

En los vientos del sábado y propietario de unas tijeras
            podadoras supe allanar los reinos de
            la incandescencia

y permutar

el pedregal en utopía y las formaciones en la roca
            calcárea por el afán indomitable de
            la transmigración.

Nada pude: creí.

En la palabra escrita y con el olfato puesto en los
            alcores creí que había llegado a
            poseer un instrumental que configuraba
            y rehacía, creí
que me alzaba

de la ignominia del cuerpo y las funciones naturales
            y su terminación.

Júzguese

si mi modo de ver las cosas no era ofensivo: pues
            verdaderamente es ofensa tanta
            laboriosidad.

Debí ser escueto.

En la elucubración de la minuciosidad: quise regir
            con unos pobres sustantivos lo
            hechos

y su denominación.
Entre, señor notario: y selle mis palabras.

Salga

por la misma puerta por donde entró convoque a mis
            hijas y solemnemente pase a dar
            lectura un ítem otro ítem otro.

Son unas niñas

educadas en el conocimiento de ciertas canciones que
            compuso su padre a la ligera y
            ni Ud. ni yo podremos embaucarlas
            con jaculatorias ni el tono
            majestuoso de unos himnos.

Son unas niñas austeras: convóquelas y verá.

No le asombre mientras procede a la lectura que se
            distancien mayormente de esta
            palabrería y parezcan con su
            padre, altaneras: la sombra de
            una flor en el ojal, guantes

de gala gris, harán

con mi yugo una cháchara feliz juran que en esta casa
            no se mentarán jamás mis cerdas
            ni mis putrefacciones, que vivirán

como ecuestres casadas.




Selección: Eduardo Milán y Ernesto Lumbreras

       

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