AnacreÓnticas
Siendo yo tierno niño,
iba cogiendo flores
con otra tierna niña,
por un ameno bosque,
cuando sobre unos mirtos
vi al Teyo Anacreonte,
que a Venus le cantaba
dulcísimas canciones.
Voyme al viejo y le digo:
«Padre, deje que toque
ese rabel que tiene,
que me gustan sus sones.»
Paró su canto el viejo,
afable sonrióme,
cogióme entre sus brazos
y allí mil besos diome.
Al fin me dio su lira,
toquéla, y desde entonces
mi blanda musa sólo,
sólo me inspira amores.
***
Debajo de aquel árbol
de ramas bulliciosas,
donde las auras suenan,
donde el favonio sopla,
donde sabrosos trinos
el ruiseñor entona,
y entre guijuelas ríe
la fuente sonorosa;
la mesa, oh Nise, ponme
sobre las frescas rosas,
y de sabroso vino
llena, llena la copa.
Y bebamos alegres
brindando en sed beoda,
sin penas, sin cuidados,
sin sustos, sin congojas;
y deja que en la corte
los grandes en buen hora,
de adulación servidos,
con mil cuidados coman.
Siendo yo tierno niño,
iba cogiendo flores
con otra tierna niña,
por un ameno bosque,
cuando sobre unos mirtos
vi al Teyo Anacreonte,
que a Venus le cantaba
dulcísimas canciones.
Voyme al viejo y le digo:
«Padre, deje que toque
ese rabel que tiene,
que me gustan sus sones.»
Paró su canto el viejo,
afable sonrióme,
cogióme entre sus brazos
y allí mil besos diome.
Al fin me dio su lira,
toquéla, y desde entonces
mi blanda musa sólo,
sólo me inspira amores.
***
Debajo de aquel árbol
de ramas bulliciosas,
donde las auras suenan,
donde el favonio sopla,
donde sabrosos trinos
el ruiseñor entona,
y entre guijuelas ríe
la fuente sonorosa;
la mesa, oh Nise, ponme
sobre las frescas rosas,
y de sabroso vino
llena, llena la copa.
Y bebamos alegres
brindando en sed beoda,
sin penas, sin cuidados,
sin sustos, sin congojas;
y deja que en la corte
los grandes en buen hora,
de adulación servidos,
con mil cuidados coman.