Poema lamentable
El beodo narraba dificultosamente,
con hipos de agonía y vahos de aguardiente:
El residuo de hombre, sin vigor, ni decoro,
era único dueño de un singular tesoro.
Y bajo sus andrajos hurgando torpemente,
alzó en triunfo una cosa flexible y reluciente:
- una trenza finísima de cabellos de oro -
y gimió: "Es de la infame... ¡que todavía adoro!"
Y una noche de lluvia se colgó de una rama,
y un rechinar de clientes epilogó su drama
de rencores a tientas las brumas del alcohol.
Y los curiosos vieron, al inflamarse el día,
que en su cárdeno cuello la trenza relucía,
cual si se hubiera ahorcado con un rayo de sol.
El beodo narraba dificultosamente,
con hipos de agonía y vahos de aguardiente:
El residuo de hombre, sin vigor, ni decoro,
era único dueño de un singular tesoro.
Y bajo sus andrajos hurgando torpemente,
alzó en triunfo una cosa flexible y reluciente:
- una trenza finísima de cabellos de oro -
y gimió: "Es de la infame... ¡que todavía adoro!"
Y una noche de lluvia se colgó de una rama,
y un rechinar de clientes epilogó su drama
de rencores a tientas las brumas del alcohol.
Y los curiosos vieron, al inflamarse el día,
que en su cárdeno cuello la trenza relucía,
cual si se hubiera ahorcado con un rayo de sol.