María
María está germinando
por dentro, su flor de carne;
mágica flor milagrosa
que es en sombras donde nace.
Han pasado nueve meses
y antes de que se haga tarde
cose paños noche y día
sin saber qué color darles.
Su andar se ha vuelto pesado
y ya no baja, como antes,
de dos en dos los peldaños
cuando se asoma a la calle.
Ahora desciende despacio
quizás porque intuye o sabe
que se ha vuelto un vaso frágil
que solo habrá de quebrarse.
Desnuda y frente al espejo
–extrañada de su imagen–
palpa curiosa sus pechos
y mide su vientre grande.
Cualquier día será el día:
su flor brotará hecha carne
y perfumará la estancia
de olor a leche y pañales.
Y una tarde,
María abrirá sus ojos
–los que sonreían antes–
para dejar de ser niña
y llorará como madre.
María está germinando
por dentro, su flor de carne;
mágica flor milagrosa
que es en sombras donde nace.
Han pasado nueve meses
y antes de que se haga tarde
cose paños noche y día
sin saber qué color darles.
Su andar se ha vuelto pesado
y ya no baja, como antes,
de dos en dos los peldaños
cuando se asoma a la calle.
Ahora desciende despacio
quizás porque intuye o sabe
que se ha vuelto un vaso frágil
que solo habrá de quebrarse.
Desnuda y frente al espejo
–extrañada de su imagen–
palpa curiosa sus pechos
y mide su vientre grande.
Cualquier día será el día:
su flor brotará hecha carne
y perfumará la estancia
de olor a leche y pañales.
Y una tarde,
María abrirá sus ojos
–los que sonreían antes–
para dejar de ser niña
y llorará como madre.