Vii
Otra soledad enciende sus cenizas,
otro horizonte nulo se me precipita en el corazón,
y dice que la única gran noche
es la de tocar, con dedos ciegos, la poesía,
mientras los astrónomos acarician el oropel de las nebulosas
y los locos sueñan que la piel de Dios cubre sus heridas.
Otra soledad enciende sus cenizas,
otro horizonte nulo se me precipita en el corazón,
y dice que la única gran noche
es la de tocar, con dedos ciegos, la poesía,
mientras los astrónomos acarician el oropel de las nebulosas
y los locos sueñan que la piel de Dios cubre sus heridas.