Gacela del insomnio de polifemo
Sólo un ojo inmóvil
observa cómo le aumenta
la dimensión de su párpado,
y en cristales,
ese párpado indomable,
de repente,
arrastrado por el caos,
se convierte en diamante,
en un cuchillo de cristales,
y de ríos sin orillas
que nos cuentan
cómo los nenúfares viven ahora en mares,
donde el murmullo, los tigres y los cristales
flotan en sus aguas sin fondo,
y de hilos transparentes
que dirigen al ojo,
ahora pálido y blando,
hacia laberintos de visiones circulares,
que infinitamente le conducen
a una mano que le tiende
al precipicio del único hilo transparente,
y esa mano que lo envuelve,
erizando su piel frágil,
es la mano traidora de Galatea,
la última presencia infantil de su inocencia.
Sólo un ojo inmóvil
observa cómo le aumenta
la dimensión de su párpado,
y en cristales,
ese párpado indomable,
de repente,
arrastrado por el caos,
se convierte en diamante,
en un cuchillo de cristales,
y de ríos sin orillas
que nos cuentan
cómo los nenúfares viven ahora en mares,
donde el murmullo, los tigres y los cristales
flotan en sus aguas sin fondo,
y de hilos transparentes
que dirigen al ojo,
ahora pálido y blando,
hacia laberintos de visiones circulares,
que infinitamente le conducen
a una mano que le tiende
al precipicio del único hilo transparente,
y esa mano que lo envuelve,
erizando su piel frágil,
es la mano traidora de Galatea,
la última presencia infantil de su inocencia.