El ruiseñor
Al poeta lo soñó el ruiseñor con ventana y espíritus,
con el ala selvática pregonada desde la Torre de la Merced
y su León colonial con don José Coronel Urtecho y Ernesto Cardenal de la vanguardia
que se prestaron las casonas de la rebeldía.
El pájaro alto y alado encontró cielo con destello del gorjeo;
encontró memorias y pobló insomnios con huertas bronceadas.
Así tronaba su tambor profano con cal y piedra de ecos iletrados:
fue una voz breve y alta, la metafísica del trópico:
esto nos recuerda la caricia celeste de sus poemas.
Fue y será la fe del mundo por la poesía;
estará acompañado con la peregrinación perenne de Rubén Darío.
Fue y será la chispa de nuestros amaneceres,
el sueño que vio alondras o poseyó el aire con séquito de pléyades,
rozando la celda del misterio con locura e ingenio,
y un espíritu indómito de Alfonso Cortés, el asombrado, en una locura de cuatro paredes.
Al poeta lo soñó el ruiseñor con ventana y espíritus,
con el ala selvática pregonada desde la Torre de la Merced
y su León colonial con don José Coronel Urtecho y Ernesto Cardenal de la vanguardia
que se prestaron las casonas de la rebeldía.
El pájaro alto y alado encontró cielo con destello del gorjeo;
encontró memorias y pobló insomnios con huertas bronceadas.
Así tronaba su tambor profano con cal y piedra de ecos iletrados:
fue una voz breve y alta, la metafísica del trópico:
esto nos recuerda la caricia celeste de sus poemas.
Fue y será la fe del mundo por la poesía;
estará acompañado con la peregrinación perenne de Rubén Darío.
Fue y será la chispa de nuestros amaneceres,
el sueño que vio alondras o poseyó el aire con séquito de pléyades,
rozando la celda del misterio con locura e ingenio,
y un espíritu indómito de Alfonso Cortés, el asombrado, en una locura de cuatro paredes.