Casa sola viii
Cuando por fin hablamos ya era tarde.
Tu presencia –no obstante– se repite
y se queda flotando cada noche en el aire,
como un pez en el agua –de ojos negros.
El deseo se pierde
–lento, y oscuro, y en penumbra–
como un fuego encendido
–sordo, pequeño y lento–,
como una casa sola en el fondo de un valle.
El deseo de verte
–triste y casi olvidado–
se pierde como en sombras,
pero luego vuelve.
Cuando por fin hablamos ya era tarde.
Tu presencia –no obstante– se repite
y se queda flotando cada noche en el aire,
como un pez en el agua –de ojos negros.
El deseo se pierde
–lento, y oscuro, y en penumbra–
como un fuego encendido
–sordo, pequeño y lento–,
como una casa sola en el fondo de un valle.
El deseo de verte
–triste y casi olvidado–
se pierde como en sombras,
pero luego vuelve.