Vienes y te vas... - Poemas de ANDRÉ CRUCHAGA

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Vienes y te vas...
               

I
Vienes y te vas.
Te vas. Temprano o tarde
Te vas: sangre dilatada.
Fugitiva piel, sal o labios,
Te vas. Secreta luna interior.
Ahora música en la noche.
Viento inclemente la tristeza.
La garganta vela húmedas noches.
Te vas. Te fuiste: Espejo en mis pasos.
Ahora luz vencida, desvanecida
Y breve en la tempestad del tiempo.


II
Los días irrumpen fieros
Sin el canto ligero de las aves.
Vieras qué agónico es caminar,
Transitar, ver, oír y existir
Sin el zumo del anhelo y la Esperanza.
Hay sombras en este hálito de frío.
Dolientes sombras sin asirse al tacto.
Aquí está tu presencia en mis sueños cansados:
Lejana flauta y espesa
Como el pájaro perdido −yo−
En la densidad afiladísima del bosque.


III
Aquí falta el horizonte y la caricia.
El día con sus campanas.
Hay sollozo en los labios del verano
Como el pájaro, huérfano, de guarida.
Hay silencio. Un largo silencio:
Mar inquietado. Sofocante y caído.
Así caen los días en las urnas del calendario,
Los labios y el interior húmedo
De ese sueño corpóreo de la carne.
Implacable es la vida. Vasto.
Odre del mar que me ahoga y me inunda.
Por mi cuerpo −por todo mi cuerpo−
Noche rutilante.  Sombras imperiosas.


IV
...los ojos llueven,...
Góngora.

Delgada aguja el labio sobre labio
En el follaje de los poros.
Ha volado el aliento con sus dudas
Y me convoca la lengua
Coagulada de un cráter,
Del humano pedazo de materia que soy.
El iris es una playa
Donde escapan las gaviotas
Y se agita el vacío de una sal líquida,
Casi voz abismal, estrujada
En la arena sacudida de las alas.
Un río humedece los párpados.
Un río que arrastra pájaros moribundos.


V
Espacio, noche gandre, más espacio.
Jorge Guillén.

Que nada tengo. Me abrazo.
Yedra en la pared del respiro.
Que nada me espera: cárcava del apego.
Espacio en desorden los pensamientos
Que se agolpan, difusos.
Sin verdes ni raíces. No se inventan.
Ciego crepúsculo la distancia. Navaja
Que gozosa hiende la materia
De los sueños. Noche del alma eterna que actúa
En el follaje de su propio volumen.


VI
Y hendida en este presente sangrante
El alma sin faz perdurable. No sé.
Frágiles follajes en tránsito
En el tejado de los sueños extraviados.
Inmenso es el viento que lleva las aves.
Inmenso. Yo espero. Nubarrones los pensamientos
−mis pensamientos, tal vez, con verdor de olvido−
Por un atajo de campánulas espero:
Sombras del grito doliente, evidencia,
Del sueño que se escapa de la mano.


VII
Desnuda difundes la luz.
Absoluta luz desnuda:
Onda del mar imperioso.
Eres. Serás. Pájaro picoteando
Radiantemente el iris de los ojos.
Nada es la amarilla resonancia
Del sol en los cambiantes pastos del campo,
A beber el deseo en tus pezones
Y en la hondura candorosa del ombligo.
Eres. Serás. Astro es mis horas:
Mineral indisoluble en mi abandono.
Mineral en mis atroces límites.
Desespero ante el azar del tiempo.
Afán de aquí. Afán de invulnerable silencio
Donde se cierne el imperioso futuro.


VIII
Borroso el tiempo que se revela
En los ojos. Escombro de pájaros
Demolidos, éste que nos habita
Entre la memoria telúrica
Y la vivencia irrestañable de las criptas.
Es una sensación extraña
Que los días cambien sinuosamente
Como los equívocos reflejos de la historia.
Y que en dicha penumbra
Reavivemos el eterno claroscuro de nuestros recuerdos.


IX
De repente me embriaga
El viento de la noche
Y el jardín infinito de las sombras
De medianoche en pleno albedrío.
El ansia se encarna en la llama del candil.
Aquí está el misterio sin fantasmas
Gozosamente en los círculos de la arcilla.
Pero también, la animación de las ventanas
−con sus vitrales transparentes−
el río humoso de la memoria:
la vida con sus instinto de arcanos inefables.


X
Aquí me quedé en este pedazo
De tierra para luego nacer.
Para luego morir, para saber
Que la vida es luz diseminada
En el telón de los días que pasan.
Los he visto en las celosías del instinto.
El suspiro. El gemido. El suplicio.
A veces sus brebajes ciegan
El iris y amenguan el vuelo.
A veces no hay certeza de Nada
−y con el pecho sobresaltado−
hay que caminar, y andar a tientas.
Sólo así la Esperanza carece de cronómetro
Y el invierno o el verano
Puedan dibujar sueños
En las ramas del trajín cotidiano.



De: Ecos de la llama
Poema proporcionado por el autor

       

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